12 DÍAS DE PARO DEL PUEBLO UNA VICTORIA DE LOS TRABAJADORES, CAMPESINOS E INDIGENAS DEL ECUADOR
Las jornadas de octubre, donde se desarrolló una
heroica Huelga General que estuvo acompañada de un gran Levantamiento Indígena
fueron el resultado de un trabajo disciplinado, organizado y consciente de las
organizaciones de trabajadores, populares y revolucionarias realizado durante
la lucha contra el gobierno neoliberal de Moreno y contra el Correato de la
década anterior.
La elevación de los precios del petróleo, permitió que
ingresen al Ecuador una gran cantidad de capitales que se concentraron en las grandes
ciudades, fundamentalmente en Quito, ciudad que desde el año 2000 viene
creciendo concentrando una gran cantidad de población que proviene del campo,
de las otras regiones, de otras ciudades de la sierra, e incluso de otros países, población que se
integra a la fuerza de trabajo obrera en condición de trabajadores informales,
ocasionales, desempleados, trabajadores de la construcción, del hogar, semi-proletariado,
etc. Es decir, se conforma una inmensa capa de la clase trabajadora pero que
reviste nuevas características que la diferencian de los obreros del siglo
pasado.
Los procesos de modernización forzada de nuestras
sociedades nunca han considerado el desarrollo del mundo rural desde una
perspectiva de fortalecer el agro, por el contrario, lo han destruido dejando
en una pobreza estacionaria a las masas campesinas. Los pueblos indígenas han
sido duramente golpeados por este proceso, viendo a la agricultura quedar
reducida a la producción para el autosustento, y obligando a los jóvenes
indígenas y campesinos a migrar a las ciudades a trabajar en las condiciones
anteriormente descritas, en un lento proceso de despoblamiento del campo.
La imposición de las “recetas” del FMI llevada a cabo
por el régimen de Moreno, ha llevado a que a lo largo de estos tres años se
endurezcan de manera dramática las condiciones de vida del pueblo ecuatoriano,
elevando la tasa de desempleo, generando inflación, aumentando las tasas de
pobreza, los índices de delincuencia, la migración forzada de campesinos, etc.,
este deterioro creciente de las condiciones de vida de los trabajadores,
campesinos y sectores populares, ha generado un descontento generalizado, al
que se le suma la rabia por el aparecimiento de constantes casos de corrupción,
la impunidad, la ineptitud estatal, el cinismo y la demagogia.
Es por esto que, para inicios de octubre de 2019
cuando el gobierno anunció el decreto 883 que contemplaba la eliminación del
histórico subsidio a la gasolina “extra” además de una serie de reformas anti-
trabajadores que contemplaban, reducción de salarios, reducción de vacaciones,
reducción de las jubilaciones, etc., se dieron las condiciones subjetivas para
que el llamado a Huelga General tenga una acogida nacional y permita un
levantamiento general de las masas empobrecidas.
Las jornadas se inician el jueves 3, con un paro de
transportistas que cerca la ciudad de Quito, los estudiantes universitarios
salen a las calles, y la protesta se nutre de la población trabajadora de la
ciudad, que avanza en multitudinarias marchas hasta cercar el Centro Histórico
de la ciudad buscando entrar a Carondelet. El régimen neoliberal se ve
impactado por la dimensión de la protesta que alcanza a todo el país y se ve
obligado a decretar el Estado de Excepción en todo el territorio nacional. El
decreto fracasa y el viernes vuelve a generarse una movilización masiva en la
ciudad, donde los trabajadores vuelven a ocupar las calles del Centro de Quito,
comienzan las primeras movilizaciones en las comunidades indígenas y el
gobierno desata la brutalidad de la violencia represiva, se vive una jornada
donde las detenciones alcanzarían el centenar de personas.
Para el sábado se anuncia el levantamiento indígena,
las organizaciones de trabajadores de la ciudad aprovechan el fin de semana
para preparar las movilizaciones, y para el domingo en la noche, las masas
indígenas han tomado las principales carreteras de la Sierra, y han comenzado a
ingresar en la ciudad de Quito, concentrándose en la zona Centro Norte de la
ciudad, haciendo epicentro en la Casa de la Cultura y el Parque de “El
Arbolito”.
El lunes comienzan las movilizaciones indígenas, y el
presidente Moreno abandona Quito, escapando a la ciudad de Guayaquil, donde
será recibido por la rancia, racista y retrógrada burguesía social- cristiana.
Las movilizaciones avanzan sobre el Centro Histórico, pero al carecer de una
organización solo llegan a chocar contra los cercos policiales y son repelidas
en varios momentos del día. Los trabajadores marchan también y comienzan a
concentrar su accionar en los barrios de la ciudad. La semana continúa con la
misma dinámica, el día miércoles, el día decretado para la Huelga General se
producen los topes más altos de enfrentamiento, y será el día donde se producen
las muertes de varios manifestantes, el jueves las tensiones bajan, se realizan
homenajes a los fallecidos, marchas de trabajadores, y se anuncia la llegada de
contingentes indígenas del Oriente.
El día viernes la lucha vuelve a elevarse, al ser
feriado, los trabajadores de los barrios de Quito comienzan a llegar en masas
desde sus barrios al parque de El Arbolito, en la mañana hacen su aparecimiento
en las marchas los indígenas del Oriente, y en la tarde la vanguardia es
asumida por los pobladores de la ciudad, la lucha alcanza nuevos niveles, la
policía desarrolla una trampa permitiendo a las mujeres indígenas acercarse a
la Asamblea fingiendo una tregua para luego reprimirlas salvajemente. Esto
eleva la ira de los manifestantes que comienzan a construir barricadas en torno
al parque terminando el día con la policía contra la pared incapaz de repeler a
los manifestantes.
El sábado tras conocerse en los barrios de la ciudad
la criminalidad de la policía la lucha inicia desde muy temprano, los
contingentes de trabajadores ocupan la zona desde la mañana, generan un
contingente popular con los indígenas que luchaban en primera fila, la Asamblea
Nacional se ve cercada en varios puntos, la organización de la lucha sostiene la
manifestación frente a la brutalidad policial, las masas no retroceden, se
alcanza un estado pre- insurreccional y los barrios de la ciudad se encuentran
totalmente tomados por los contingentes populares. El gobierno asustado utiliza
el confuso y sospechoso incendio de la Contraloría, para decretar Toque de
Queda desde las 15h00 y militarizar la ciudad, lo que le permite desatar una
brutal represión sobre los trabajadores e indígenas, dejando decenas de
detenidos, cientos de heridos, muertos e intentando generar un estado de terror
en la ciudad. El terror fracasó y por la noche los barrios de la ciudad
desarrollaron un estruendoso “cacerolazo”, que le demostró a Moreno que el
pueblo no caía en sus amenazas y terrorismo.
La clase obrera surgida a raíz del incremento de los
precios del petróleo apareció en estos días de lucha. La llegada a Quito de las
masas indígenas potenció el paro iniciado el jueves y permitió que esta nueva
población obrera realice su ingreso en la historia como la nueva vanguardia de
la lucha. Uno de los problemas históricamente descritos en el pensamiento de la
revolución ecuatoriana ha sido el de la “pequeña clase obrera nacional”, pero
esta circunstancia ha cambiado radicalmente, Quito, las grandes ciudades del
país, incluso las zonas rurales, hoy por hoy están repletas de clase obrera.
Los campesinos de antes, hoy son obreros asalariados, los barrios están
poblados por trabajadores, el potencial revolucionario del pueblo ecuatoriano
se incrementa por la presencia de una nueva clase en la cual las relaciones
capitalistas se comienzan a suprimir para generar nuevas relaciones sociales,
en una masa trabajadora que ha comenzado a proletarizarse, a convertirse en
clase para sí.
El día domingo se anunció la negociación, y para la
noche el gobierno en una jugada política decide negociar solamente con la
dirigencia indígena que se había posicionado en los medios de comunicación como
la única fuerza del paro, cayendo en esta estratagema se excluyó a los
trabajadores del proceso, y se terminó por una ambigua derogatoria del decreto
883, en términos de redacción de un nuevo decreto que contemple ya no la
eliminación, sino la focalización del subsidio, y se dejó en oscuridad el tema
de las leyes anti- trabajadores, pero que bastó para que la CONAIE se retire de
la ciudad de Quito terminando con el levantamiento y con el Paro, en una
resolución que permitió que al día siguiente el régimen golpeado se lance de
manera fascista a encarcelar a dirigentes populares, a lanzar acusaciones sobre
todos los participantes en el paro, a que la prensa nacional desate una ola de
calumnias a diestra y siniestra y se siembre en el país una ola de terror
estatal que pesa sobre todas las organizaciones populares y revolucionarias,
incluidos los mismos dirigentes indígenas que asistieron al “diálogo”, y que
han anunciado que serán candidatos en las próximas elecciones.
Al no existir una dirección revolucionaria y
proletaria del proceso, el Paro del Pueblo no alcanzó sus objetivos políticos
inmediatos, en la práctica a corto plazo se terminó afirmando el régimen
neoliberal, manteniendo los acuerdos con el FMI, sosteniendo la política anti-
trabajadora del gobierno, desatando el terrorismo burgués sobre los luchadores
populares y criminalizando la protesta social. Sin embargo, lo que sí alcanzó
fue la unidad cada vez más extensa de los sectores populares más allá de las
dirigencias que no supieron responder ante las expectativas que la historia
puso sobre ellos, y permitiendo que emerjan al calor de las barricadas nuevas
propuestas organizativas, revolucionarias, clasistas, proletarias con capacidad
de crecimiento en torno a este despertar y bautizo de este nuevo tipo de clase
trabajadora nacional.
Quedó claro que es necesario desplegar el trabajo
organizativo, en base a organizaciones populares con las masas de clase
trabajadora que se asienta en los barrios de las ciudades. Esta clase
trabajadora ya no se encuentra concentrada en la fábrica o en los sectores
públicos, es una masa que se encuentra desplegada por la ciudad, pero que se
concentra en los barrios, en las poblaciones, y que en este lugar es hacia
donde se debe dirigir el trabajo organizativo. La construcción de poder popular
debe organizar, disciplinar y orientar a este nuevo y potente proletariado que
se bautizó a sangre y fuego en las jornadas de octubre.
Es también indudable el potencial de la Comuna
Indígena. La potencia del Levantamiento no radicó en la dirigencia que terminó
por entrar en la mesa de negociaciones como la prensa burguesa pretende
imponer, sino en la fuerte y ancestral organización de la Comuna. Mariátegui,
ya anticipó este potencial y quedó demostrado en el paro, las acciones de
bloqueo, toma de instalaciones, solidaridad, y los contingentes que marcharon
sobre Quito, fueron organizados desde las Comunas, además gran parte de los
participantes son indígenas que se han proletarizado en el trabajo asalariado,
y que ahora han convertido a las Comunas en verdaderas bases de poder popular,
es necesario que las organizaciones revolucionarias encadenen las comunas en un
proceso revolucionario orgánico.
Finalmente queda clara la necesidad de una vanguardia
revolucionaria. El proletariado del campo y la ciudad está construyendo su
organización, ya no puede depender más de la pequeña burguesía rural, ni de
organizaciones que no pueden ponerse a la altura ante el despertar de las
masas. Es necesario que esta fuerza que está despertando constituya su propia
organización que tenga como premisa de lucha esto que se demostró en las
jornadas de octubre, que el pueblo ecuatoriano, ya no está para negociar con
gobiernos burgueses, ya no está para caer en el engaño del diálogo, tampoco
para conformarse con solamente “botar presidentes” y menos para servir en el
juego de la democracia burguesa, el pueblo ecuatoriano, las clases populares,
la nueva clase obrera del campo y la ciudad están, quizá por primera vez en la historia
de este país, en condiciones objetivas y subjetivas de hacerse con el Poder, de
construir un auténtico Gobierno Popular, y solo quienes estén dispuestos a
ponerse a esa altura, serán las organizaciones que merezcan llamarse,
Vanguardia.
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